Tu cuentas conmigo..., ¿y yo, cuento contigo?.


En el andar revoloteante de cada dia, donde las mariposas de tu alma, sucumben con la fuerte tempestad de cada instante, porque la brisa, del silencio es mas fuerte que las ganas de amar y ser feliz, necesitamos, seguir, y seguir, así sea lo último que hagamos, y muramos en el intento.
No podemos desmayar, ni pensar que lo negativo nos arropará la dicha, mas bien busquemos lo ínfimo, y si fuera posible revisemos, hasta debajo de las piedras, porque allá en aquel lugar indescriptible e ilógico, es donde, talvez, está lo que buscamos.
No es necesario la planificación, ni lo relativo, ni mucho menos lo dicho antes, simplemente imaginación y fe, para continuar, para creer, para pensar que mientras exista vida en este maravilloso planeta tierra..., podemos decir ¡¡¡ estoy vivo !!!.
Es necesario saber que existe, por llamarlo de una manera, un ser sobre este planeta, que nos ama, y digo por llamarlo así, o por decir algo, porque yo tengo la fe que existe mas de uno que nos ama. Porque no necesariamente tiene que ser un amor de pareja o de hombre y mujer, el amor se da sin la imaginación de un tu a tu, mas bien de hacer un bien, de apoyarse mutuamente, de decirle a otro, bien sea con ayuda moral, espiritual, material o muchas veces corporal..."AQUI ESTOY Y PUEDES CONTAR CONMIGO". No queriendo decir con esto que tenemos la obligación de asumir o endosarnos los problemas o dificultades de las demás personas, porque allí ya llegaría a convertirse en carga, y las cargas si no se saben llevar, o no buscamos el equilibrio perfecto, se tornan pesadas.
Además sólo existe un ser supremo, que puede llevar nuestras cargas sin lamentos ni quejas, y mucho menos reclamos.
Entre tantas historias, quisiera compartirles una:
"Un dia dos monjes iban caminando por el campo, iban a otro pueblo a buscar la cosecha, mientras caminaban, vieron a una mujer sentada a la orilla del rio, llorando y lamentándose porque no existía un puente que la ayudara a cruzar al otro lado. Uno de los monjes se ofreció amablemente y ella aceptó la ayuda, fue entonces que ambos monjes juntaron sus brazos y cargaron a la mujer, y la trasladaron al otro lado del rio. Y ella prosiguió su camino.
Pasado un rato, uno de los monjes comenzó a quejarse, diciendo: "mira mi ropa sucia y mojada, por haber pasado ese rio cargando a esa mujer, y mi espalda me duele y siento que se encalambra", el otro monje lo miró, sonrío y asintió con la cabeza.
Pasa mas rato y vuelve el mismo monje a quejarse, y dice:" la espalda me duele peor, y todo por cruzar de lado a lado del rio a esa loca mujer, ya no puedo caminar mas", y el otro monje lo mira, ya tirado en el piso, y quejándose ,y le dice: "te has preguntado porque no me quejo de el esfuerzo que hice, cargando a la mujer de un lado a otro?, pues te cuento que no me quejo, porque no me duele nada, por haber cargado a esa mujer, en cambio tu, aun la llevas sobre ti, yo la bajé kilómetros atrás"...
La moraleja de esta historia, es que no lleves sobre tus hombros los problemas o dificultades para siempre, trata en lo máximo de ayudar sin mirar a quien, mas no cargues con su cruz porque ya cada cual tiene la suya...Chao.

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